lunes, 21 de abril de 2014

Huracán

Me gustaría poder afirmar que en mitad de mi caos tú fuiste la calma, el apoyo, la tranquilidad. Lo fuiste, sí, pero tal y como llegaste a serlo así lo dejaste de ser. Así como fuiste mi mar en calma llegaste a ser el huracán que lo puso todo patas arriba. Arrancando las raíces arraigadas de lo más profundo de mi ser, enredando los postes y el cableado a mi cabeza. Volviéndome loca perdida, perdiéndome entre las ruinas que dejaste y quedándome enterrada en el nuevo mar de escombros que trajiste. Un mar de hormigón que poco se parecía al celeste, mar de hiel y dolores de cabeza. A eso llegaste monstruoso huracán llevándonos a mi más odiada distopía.

Ahora me toca recomponerme, sola. Aunque quizá no tanto. Sembrar nuevamente mis pensamientos, ordenar las corrientes, amontonar con cuidado cada trocito de mi corazón, así como lo hacía de niña con aquellos bloques de madera pintada. Con cuidado, ordenar todo lo que tú desordenaste. Porque sé que es posible, porque sé que soy capaz, porque sé que después de ti y seguramente por encima de todo esto hay un yo.

Si no he sido capaz de darme cuenta hasta ahora ha sido por toda aquella polvareda que levantaste al pasar. Pero, ahora es el momento de fluir como los rayos de sol entre las espigas altas. Es mi momento de sonreírle a la vida y de empezar a ser un poco más valiente. Gustarme un poco más, y aprender de lo que hiciste de mi vida, pequeño huracán.



Un 20 de abril
2014

No hay comentarios: